martes, 23 de septiembre de 2014

La leyenda del árbol llorón( idea cogida "Donde los árboles cantan)

El verano llegaba a su fin y con las primeras pieles en el mercado, anunciando que el invierno estaba a punto de comenzar, el pueblo enloqueció. No era de extrañar, pues cada invierno la guerra comenzaba. Nuestro pueblo era invadido por los moradores de las montañas y cada año solo unos pocos hombres regresaban. Este año, yo partiría también a la guerra.
-Luca, espera- escuché. Giré la cabeza para divisar a lo lejos a un viejo amigo de la infancia- ¿Cuándo partiréis a la guerra?
-Cuando la última hoja del árbol centenario caiga- miré al árbol. Quedaba poco tiempo, días, tal vez semanas, pero no mucho más.
-Ojalá pudiera acompañarte- dijo con sinceridad-No quiero dejarte solo ante el peligro.
Sonreí. A veces pensaba que él era el único de los dos que tenía sangre en las venas. Terminamos la conversación porque los dos sabíamos que era un tema complicado y nunca compartiríamos la misma opinión y no queríamos empezar una pelea por un tema tan absurdo.
Pasaban los días y por fin la última hoja cayó. Había llegado el momento de dejar atrás nuestra tranquila vida, despedirnos de nuestros seres queridos pero sobre todo rezar para que lleguemos al mañana.
-Es la hora- le dije a mis hermanas y a mi madre- prometo que haré todo lo posible por volver con vosotras. No lloréis por mí, si muero quiero que seáis felices y os sintáis seguras porque así mi muerte no habría sido en vano.
Busco a Josh con la mirada y lo encuentro sentado en el tronco del árbol centenario y voy a su encuentro.
-Es el momento- dije-por favor cuida de mi familia. Ellas son lo más valioso que tengo y no me perdonaría si algo malo les pasara.
-No tienes que pedirlo-aseguró-Te prometo que no les pasara nada.-Su mirada cambia.-Busca algo en su bolsillo- Esto es un amuleto, los cuatro palos verticales simbolizan a tu familia y a mí y el quinto palo que nos une a los demás eres tú. Vuelve por favor.
-Gracias, hermano- nos fundimos en un gran abrazo.
Cada invierno, nuestra tribu viaja al norte, donde se encuentra el árbol solitario rodeado completamente de agua, para interceptar a aquellos que quieren robarnos. Según los sobrevivientes de las batallas, es un árbol mágico y se le puede escuchar llorar minutos antes de la batalla y que el agua que rodea el árbol se manche de sangre.
Tardaremos dos días en llegar si no tenemos ningún contratiempo. En ese tiempo, nos organizamos en grupos de ataques. Se intenta que todos los grupos estén igualados en fuerza y velocidad. Nunca he sido muy robusto o atlético y la tribu discute con que grupo debería ir. Por el momento me asignaran al grupo más fuerte.
-Es aquí- dijo el jefe.- Descansen, pero estad alerta. Nunca se sabe cuando te pueden tender una emboscada.
Me acerco al lago que rodea el árbol. El agua es cristalina y puede verse el fondo pero no hay vida en el. Ahora que lo veo no hay vida en un radio de 5 metros, solo ese árbol que dicen que llora.
Se escuchan tambores, cada vez más cerca. Poco a poco se escuchan las pisadas, las ramas caídas al ser aplastadas por sus gigantes pies y sin darnos cuenta la guerra había comenzado.
Nunca pensé que acabaría con una vida pero a veces es mejor cazar que ser cazado, así que no dudo cuando hundo mi espada en el pecho del enemigo. Me muevo rápido pero parece que no lo suficiente cuando siento como una espada atraviesa mi espalda y me siento caer al suelo. La pelea está acabando pero no sé quien va ganando, pero ya no importa, siento como lentamente la vida me abandona. Ya no siento el dolor de mis piernas después de caminar varios días hasta este lugar, ni siquiera siento la herida de espada que me atravesó.
Entonces veo un ángel y sé que viene a llevarme, donde quiera que vayan esas almas que han muerto en la batalla y estoy preparado para irme y abandonar este mundo en el que he visto demasiadas tristezas y en el que la alegría es efímera. Pero el ángel no ha venido a llevarme pues me deposita junto al tronco del árbol llorón, que acerca sus ramas hacia mí y vierte sobre mi boca sus lágrimas. Mis ojos no pueden aguantar más y caigo en un profundo sueño.
No sé cuantos días han pasado cuando por fin consigo abrir los ojos de nuevo. Miro a mí alrededor y me doy cuenta de que no hay rastro de vida ni de muerte, todo sigue igual que cuando llegamos como si la batalla nunca hubiera tenido lugar. ¿Qué ha pasado? Es lo único que ronda por mi cabeza, porque sigo aquí, vivo. Entonces recuerdo. El ángel y el árbol me han salvado.
-Gracias- susurró. No sé porque pero sé que ambos han captado mi agradecimiento. E de volver a casa.
Camino durante días cuando por fin avisto mi pueblo, mi casa, mi familia. Espero que ellos me hayan echado de menos tanto como yo a ellos, aunque quizás piensen que morí en la batalla.
Llamo a la puerta y espero, no quiero asustarlas. Mi madre abre la puerta y veo como con incredulidad me abraza muy fuerte temiendo a que solo sea una visión y me desvanezca en cuanto respire.
-Estoy bien- por fin se relaja- ¿Dónde está Josh?
-Josh….-duda- Josh está muerto. Los moradores del norte llegaron y el intento salvar a tu hermana que había salido a recoger fruta y recibió una herida mortal. Snifff…no pudimos hacer nada.
No podía creerlo. Yo que fui a la batalla regreso vivo y el que debería haber estado a salvo, en casa, muerto por mi culpa. Josh que quería venir conmigo cuando apenas podía sostener una espada con sus manos, mi amigo, mi hermano.
Pasaron los días y llego el momento de enterrar a aquellos que murieron en la batalla o que como Josh que había muerto defendiendo nuestro hogar. Mi madre vino a acompañarme al cementerio, sabía que yo no debía estar solo en el momento de dar el último adiós a un amigo.
Allí me di cuenta de los inútiles que son las guerras. Las personas que se quedan tras ellas tienen un largo camino hasta volver a rehacer sus vidas y aun así nunca volverán a la normalidad porque siempre faltará algo. Todos hemos perdido a alguien querido y ahora con nuestras despensas casi vacías, la mitad del ganado muerto, lo único que echo en falta es esa risa que me animaba siempre cuando estaba triste, el abrazo de mi padre que se marcho demasiado pronto, pero sobre todo a cada una de las personas que se encuentran bajo este suelo que hoy piso. Porque todas ellas han hecho algo para que este pueblo sobreviva y a todas ellas le debemos forma de vida.
-Adiós amigo- me despido- Algún día volveremos a estar juntos y allí nada ni nadie apagara nuestra risa.

Meses más tarde nació un rosal en esa zona. De él nacieron hermosas rosas rojas que anunciaban no solo el comienzo de la primavera, sino también la cicatrización de las heridas de los corazones.

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